22 jul 2008


Ramón Piñeiro y la CIA, de A. Baamonde (El País 21--08)


Siempre se ha acusado a Ramón Piñeiro de haber sido agente de la CIA. Podría haberlo sido, como el filósofo Isaiah Berlin lo fue de los servicios secretos británico. Lo más probable, sin embargo, es que el ensayista gallego no haya pisado jamás las oficinas de Langley, la sede central de la agencia en el estado de Virginia, lo que tal vez debemos lamentar. Al fin y al cabo el PNV colaboró con la OSS -la Oficina de Servicios Estratégicos, antecesora de la compañía en los años de la Segunda Guerra Mundial- desplegando una gran actividad en América Latina y en todos aquellos lugares en que los nacionalistas vascos tenían presencia. El entonces Lendakari José Antonio Aguirre puso a miles de exiliados a trabajar con los norteamericanos. Cabe indicar que Vázquez Montalbán noveló en El caso Galíndez a uno de los miembros de esta red asesinado por Trujillo, el dictador dominicano. A Galíndez también está dedicada La fiesta del Chivo, la novela de Vargas Llosa.

"La acusación contra Piñeiro es una muestra más de la frivolidad del país"
Si Ramón Piñeiro y el Partido Galeguista hubiesen hecho lo mismo habrían estado en su perfecto derecho y, desde luego, no sería malo si a través de ello se obtuviese algún resultado tangible para la causa de Galicia. Lo que les habría guiado sería lo mismo que a los nacionalistas vascos: lograr más peso e influencia en la potencia que podía derrotar a Hitler y a Franco, o condicionar el momento de su desaparición de la escena. Ramón Piñeiro que colaboró con el PNV en aquellos años y que compartió estancia en la cárcel con Koldo Michelena muy bien podría haber compartido esta visión y nada se habría podido objetar a ello en aquellas circunstancias. Lo que hay que lamentar no es que Ramón Piñeiro fuese o no agente de la CÍA, sino que el galleguismo no tuviese valor alguno a los ojos de los estadounidenses. (...)


Polo mesmo prezo, dúas columniñas (ben simpáticas), de Monxardín

Os ollos das agullas (Galicia Hoxe 22-7-08)

Malditos cargadores (La Región, 22-7-08)

Así como nos promiscuos enchufes das paredes ou nos portos USB das computadoras entra calquera cousa periférica, non sei porque cos móbiles non podían facer algo semellante. Pero non. Teñen os seus buratos -cargador, auriculares...- reservados en rigorosa exclusividade, non xa para cada marca, senón para cada modelo. E cando se derrama un móbil desaparece de forma máis ou menos rápida pero o cargador escóndese no fondo do caixón de ferranchada tecnolóxica listo para a nosa confusión posterior. Cando o descubrimos non nos atrevemos a tiralo ao lixo por medo a desfacernos do equivocado e meternos nun lío. Estou seguro que se vostede agora revisa ese maldito caixón dos cables enzerrovellados atopará polo menos un par de cargadores que non ten nin idea de a que aparello serven. Algo así como a versión moderna das putas chaves de filiación descoñecida.