Realidades
PAN POR PAN xoves 11 setembro (Foto de Dorothea Lange: emigrante na recollida do algodón, 1940)
Case a diario os xornais informan de estudos socioeconómicos sobre as familias españolas. E non son alentadores. Hai unhas semanas este xornal publicaba un traballo que demostraba que case a metade das familias ourensás sostén a súa supervivencia sobre pensións e axudas públicas. Os informes habituais de Cäritas e outras ONG tamén poñen en evidencia a existencia de fortes bolsas de pobreza reais, sobre todo entre mulleres e persoas maiores. Outro estudo destes días indicaba que aumenta a fractura social de pobreza entre españois e inmigrantes; o problema é aínda maior nas familias inmigrantes con menores dependentes, con cifras superiores ó 50 por cento de pobreza nestes casos. Un duro reto para o Estado de benestar e o mesmo clima social de convivencia. Que a crise económica vai agudizar sen dúbida. E que pode provocar conflitos desesperados.
14 comentarios:
Qué susto!.
Onde di "conflictos desesperados", entendín "inesperados".
Xan, unha cousa non quita a outra.
Non sei, pero faise difícil de crer o de que "a metade das familias ourensás sostén a súa supervivencia sobre pensións e axudas públicas", sobre todo se se refire á cidade de Ourense. Outra cousa diferente sería se considerasemos o conxunto da provincia.
Hai quen di -coido que se dixo algunha vez por parte dalgún contertulio- que os informes e estudos das ONGs están en certa medida nesgados e os seus resultados algo axigantados porque diso depende, en boa medida, as axudas e subvencións que reciben. Caso de Cáritas, por exemplo.
Eu, desde logo, non son un sociólogo que faga estudos empíricos de campo e, polo tanto, non teño un criterio definido ao respecto.
O que si digo é que cando vou á cidade de Ourense non vexo moita pobreza, e si moita xente con apariencia de clase media, e mesmo clase media alta, nunhas cafeterías e restaurantes cheos a rebosar.
Naturalmente, isto é unha simple impresión e non un dato significativo desde un plano científico. Quede claro.
Máis de 500,000 galegos non superan o umbral da pobreza:
http://www.lavozdegalicia.es/sociedad/2008/09/09/0003_7124275.htm
A noticia, ademáis, di que imos a peor. Ou sexa, os ricos (clases medias incluídas) cada vez máis ricos e os pobres, máis pobres. Vellos cobrando pensións que non chegan a 500 euros. E eso que, en Galicia, temos unha das taxas máis baixas de inmigración.
Pero non. A noticia está no corporativismo dos hostaleiros que defenden á indefendible Toñi Vicente con argumentos do tipo "Nós tamén facemos falcatruadas..." Ou nesa enésima película sobre a guerra civil, con decorado gallego, que tanto promociona (por que?) TVE. Ou no seguimento que esa mesma canle fixo de "nuestros deportistas" durante as Olimpiadas, nas que parece que non competían atletas doutros países, excepto Usain Bolt e tres ou catro máis. Iso non é nacionalismo, non.
A guerra civil en Galicia? Por que non se estudan os efectos da guerra civil en Galicia? Ou sexa: as postguerra, os anos da fame. Velaquí a paradoxa: Galicia aportou miles e miles de soldaditos para esa guerra (algo do que, a miúdo, non se fala). Que recibimos a cambio do franquismo? O que hoxe somos debémosllo en boa medida ao franquismo que nos maleducou. Esa reacción dos hostaleiros recórdame a aquela frase de "Usted no sabe con quién está hablando". Que os meus pais (e os pais de moita xente) non puidesen pasar das primeiras letras veu provocado por esa guerra. Comprendo que eses temas non importen aos historiadores.
Iso non debe ser, pois, "memoria histórica". Debe de ser falta de memoria. Directamente.
Ahí vai éste artigo de Alberto Dominguez, por se poidera interesar
EL LENGUAJE INSOSTENIBLE
APUNTES PARA UNA SUBVERSIÓN LINGÜÍSTICA
ALBERTO DOMÍNGUEZ
En 1882 Friedrich Nietzsche se impacientaba en el prólogo a La Gaya ciencia ante la tardanza de un filósofo médico que fuera capaz de diagnosticar todos los desvaríos de la racionalidad occidental como síntomas de un insoportable padecimiento. Algunos años más tarde, en otro conocido lugar, identificaba de manera inequívoca a esa “vieja embaucadora” a quien atribuía la expansión de aquella contagiosa enfermedad: la razón en el lenguaje. Nunca hemos podido leer estos pasajes sin la tentación de imaginarnos aquel instante decisivo en el que Freud los descubrió. Ninguno de los dos, Nietzsche o Freud, habría de ser, a la postre, un mal doctor en esa novedosa especialidad propuesta por el primero, pues ambos supieron ver mejor que nadie cómo el citado malestar lingüístico y racional presentaba ya entonces las proporciones descomunales de una pandemia. También ambos acertarían al asegurar que la posibilidad de recuperar la Salud se encontraba muy lejos del alcance de la mayoría y, desde luego, totalmente fuera del alcance de cualquiera.
No relataremos aquí novedad alguna en lo que se refiere a esa acreditada capacidad del lenguaje de la razón para hacer enfermar. Pero sí nos parece oportuno rescatar algunos apuntes críticos, ya clásicos en este contexto, con el propósito de impugnar aquello que consideramos como un arquetipo actual y enfermizo de lenguaje insostenible, que llega hoy hasta nosotros amparado por ese fingido debate reformista acerca una presunta sostenibilidad de la práctica económica (y moral) del capitalismo contemporáneo.
Ya desde el balbuceo inicial del ser humano, un uso calculadamente espurio de las palabras se ha revelado en todas las comunidades como el más inadvertido y, por ello, eficaz instrumento de control social. Esta extraordinaria propiedad que posee el lenguaje para transformarse en una poderosa herramienta represiva ha sido siempre cultivada con esmero para hacer funcionar sin ruido los mecanismos reproductivos en la sociedad del capital. Es así, de manera furtiva, como ha procurado al sistema de explotación aquello que jamás un uso más explícito de la violencia le hubiese permitido obtener de sus potenciales adversarios: una docilidad complaciente y una absoluta inmunidad frente a toda sospecha, crítica o disidencia. Hace tiempo ya que esta industria del dolor – pues la legitimación del dolor innecesario es uno de los elementos constitutivos de nuestra sociedad civil- entendió que no existía una cárcel más impalpable, más liviana y, en apariencia, menos autoritaria, que los significados prefijados de un discurso cautivo. Cuando las palabras -en particular, las que pertenecen al discurso político y moral- se convierten en simples fórmulas que implican de modo necesario unos significados rígidos establecidos por el sistema (paz=guerra, democracia=elecciones, disidente=terrorista, derechos humanos=mercado...), y que son repetidos de forma insistente por su aparato publicitario, el lenguaje pierde entonces su capacidad crítica y comienza a ser hablado en una especie de régimen abierto que sofoca a la disidencia. De esta forma, la propia jerarquía y los requerimientos del capital aparecen enunciados en ese lenguaje que cotidianamente emplea...Pero también en el de sus críticos. A casi nadie cuesta ya reconocer que cada vez que la reprobación del sistema ha pretendido hacer oír su voz en un contexto de interlocución tradicional con el adversario, ha acatado tácitamente sus normas; cada vez que, sirviéndose del reglamentario debate, quiso denunciar esas obscenas reglas del juego, acabó participando abiertamente de él.
Por ello esos discursos que, de manera tan oportuna como abundante, abogan hoy por reconsiderar una supuesta sostenibilidad de la barbarie se nos antojan prestados o sospechosamente sostenidos. Resuenan en ellos palabras que debilitan y que, sin perturbar un ápice el estado de las cosas, ordenan arteramente asentir; aunque también negar, protestar y.... debatir como formas más elaboradas de asentimiento. Pero sobre todo, -y ésta es, sin duda, su mayor cualidad narcótica-, ese lenguaje insostenible sirve para señalar el marco dentro del cual debe desarrollarse la crítica en el sistema, para fijar los términos y los participantes en cualquier posible polémica, para establecer los temas que deben -o no- ser debatidos y para señalar qué es lo que resulta “razonable” o “realista” plantear en el ya resignado ámbito de la disidencia. Así es como la enfermedad de las palabras ha ido extenuándonos a todos; como ese lenguaje parapolicial ha irrumpido en nuestras casas, instalando una comisaría “progresista” sobre nuestras ideas y sospechas, impregnando con sigilo aquellos cándidos escritos de denuncia...Y ha transformado al sujeto pretendidamente crítico en una suerte de sujeto paciente que, cuando cree hablar, debatir y protestar, se convierte él mismo en objeto de un lenguaje insalubre que le utiliza como instrumento.
El más palmario de los indicios de este malestar que habita en el discurso está hoy representado por esa profusión incesante de neologismos editoriales, que son destinados por los administradores del sistema a circunscribir el espacio y los términos de cualquier iniciativa de reproche. Aún no ha terminado de asumir el sufrido lector las “irremediables” consecuencias de aquel fin de la Historia (¿o era de las ideologías?) que el Departamento de Estado norteamericano encargara profetizar a un funcionario obediente, cuando ya se ve arrebatado por las “tremendas implicaciones” de la globalización. Todavía no ha valorado suficientemente cómo la postmodernidad, el choque de las civilizaciones o la crisis de la razón han afectado de manera “irreversible” a su existencia como currante precario, cuando ya se ve obligado a ponerse al día con respecto a las incalculables virtudes del desarrollo sostenible. Y es así, sucesivamente, cómo se va enriqueciendo -a la par que lo hace el avisado editor- toda esa mitología del debate crítico tolerado para todos los públicos, gracias a la lectura ritual de nuevos e “indispensables” ensayos acerca del neologismo de temporada. Tampoco resulta despreciable (o más bien, sí) el sonrojante correlato académico de todo este circo, y que adornado con tasas y créditos (¡qué reveladores sustantivos!) hace florecer por todas partes cursos de verano y de otoño, mesas redondas y cuadradas, jornadas o seminarios “imprescindibles” acerca del vocablo de turno; una noción cuya fecha de caducidad -al igual que su alcance y sus contenidos- habían sido decididos ya de antemano en uno de esos laboratorios de ideas que la inteligencia orgánica emplaza siempre a mucha distancia del infortunio y del dolor.
Esta impostura del neologismo estupefaciente alcanza ahora sus más enojosos registros por medio del aparente y mediático debate acerca de la “sostenibilidad” que algunos suponen al capitalismo. El hecho simple de relacionar -siquiera por medio de una construcción lingüística- a este grosero sistema de explotación con esa fábula cínica del “desarrollo sostenible” resulta ser una burla despiadada, que humilla en secreto al hablante y a quien le presta sus oídos. Pues nos parece evidente que lo único sostenido -y sostenedor- que hoy existe en tal sistema no es sino el propio lenguaje que éste emplea y hace emplear con ingenuidad a sus detractores cuando simula una reflexión sobre la viabilidad económica, ecológica o moral de sus siniestros métodos y consecuencias. Y esto es, precisamente, lo primero que un espíritu que se reclame libertario debería dejar de sostener.
El discurso represivo y global de comienzos del siglo XXI se ha tornado ahora no sólo sostenible, sino también bio, eco, fresh o light, de acuerdo con las nuevas necesidades del comercio. Hasta fecha reciente, muchos pensaban que el prefijo bio, al que atribuían unas connotaciones positivas que pronto descubrieron también los profesionales del lenguaje insostenible, designaba un conjunto de actividades respetuosas con el medio ambiente y con la salud de los ciudadanos. Hoy asisten incrédulos, aunque mansos, a la generalización consensuada de un uso fraudulento y perverso de estos términos, cuya misión consiste en tratar de edulcorar ciertas prácticas económicas y medioambientales claramente inaceptables. La publicidad del horror nos presenta ya sin pudor alguno coches y combustibles ecológicos mientras, bajo su indecoroso paraguas lingüístico, diseña una catástrofe medioambiental todavía mayor y sienta las bases de un genocidio anunciado al encarecer de forma artificial el precio de los cereales y de otros alimentos básicos...Y nadie habla, o mejor, todos hablan y son hablados por ese lenguaje insostenible y precocinado que reconcilia términos antágonicos (recordad los ejemplos clásicos de Marcuse: “el padre de la bomba atómica”, “refugio de lujo contra la radiactividad”, “bombas limpias e inteligentes”...) para matarnos más y mejor.
Pese a todo, o sobre todo -pues aquí reside su mayor efectividad- se trata de un discurso sin dueño o responsable definido; el lenguaje insostenible es -quizá el único- patrimonio colectivo. Como no permite la crítica y ni siquiera es apto para llevarla a cabo, este lenguaje multivalente ciega las vías de agua y cohesiona las filas en todo el espectro político: lo habla tanto la derecha como quienes se proclaman de izquierda. Es más, estos últimos lo exigen, si cabe, en mayor medida, al reclamar con pueril insistencia la materialización de toda patraña de la fábrica capitalista: “los aspectos positivos de la globalización”, “el papel redistribuidor del Estado” o “el desarrollo sostenible”, por poner sólo algunos ejemplos. Y es que cierta izquierda todavía es capaz de ensalzar como un gran logro la presunta madurez racional que conduce a una persona a prescindir de la religión, cuando jamás entiende o acepta que alguien pueda ser lo suficientemente maduro como para apostatar de la artificial, represiva y no menos religiosa adscripción de su persona a un Estado, al trabajo, a una lengua o a un territorio concreto por el azaroso hecho de haber nacido sobre él. Tal es el poder de las palabras. Pues sólo conoce esa izquierda patriótica y reformista los términos precisos que le impiden abominar de cualquier clase de cultura, institución o jerarquía. Quizá porque es incapaz de prescindir de esa tutela lingüística que el Estado ejerce por medio del lenguaje insostenible. Aquí Nietzsche, el médico, podría parafrasearse a sí mismo y volver a escribir: Me temo que nunca van a desembarazarse del Estado, porque continúan creyendo en la gramática. En los albores del Tercer Milenio, la izquierda mundial es hablada por el lenguaje del capitalismo, en cuanto que acepta sin rechistar el tablero, las funciones de las piezas y las “reglas (gramaticales) del juego democrático” que delimitan lo que es razonable exigir dentro de la muy pautada actividad de discrepar.
Pero el lenguaje insostenible no es nuestro; es de ellos. Devolvámoselo, pues, sin usar y no participemos nunca más en esa malversación de ideas, ni polemicemos en ningún caso sobre aquello que nos exijan. Ya no analizaremos jamás sus propuestas de temporada. No intervendremos otra vez en estos debates tramposos, que son sus debates. Ahora resulta mucho más importante identificar lo que no hay que decir. Se impone con urgencia la insumisión y la sordera frente a ese lenguaje insostenible, la necesidad de unos nuevos discursos no regulados, la creación y puesta en práctica de otros lenguajes libertarios y eficaces. No se trata, como ya se ha propuesto, de intentar expresar los supuestos significados “reales” de un modo más exacto; nuestra asonada no aspira ya a reapropiarse de ese discurso enajenado, sino a desbaratar su infecciosa labor. Para derrotar al lenguaje insostenible hay que hablar otro lenguaje radicalmente distinto, hay que rechazar sus condiciones y sus límites; hay que imaginar, romper e improvisar. Porque no necesitamos ya otro producto definido, ni definible, o fácilmente etiquetable y vendible. Quien experimente la necesidad de hablar de otro modo, debe hacer imposible con su actitud y su discurso -si es que debemos seguir llamándole así- cualquier enunciación de su identidad, de sus ideas o de su solitaria práctica sediciosa. Habrá de ser deliberadamente acientífico, intuitivo, camaleónico, incoherente y, en definitiva, inasible y escurridizo frente a un lenguaje que acecha impaciente para matarle y momificarle con una definición comercial.
Tal es el camino de una inaplazable subversión lingüística, cuyo umbral se halla significativamente más cerca de aquellos que, por motivos diversos, todavía no se han extraviado en un laberinto de papeles y palabras. Es precisamente en el ámbito del lenguaje más sencillo y desdeñado por los intelectuales orgánicos en donde anida la revuelta, en donde palpita, expectante y atrincherado, el motín: “La sociedad -escribió Marcuse- expresa sus exigencias directamente en el material lingüístico, pero no sin oposición; el lenguaje popular ataca mediante un humor desafiante y malintencionado al idioma oficial... El rechazo y la rebelión, sojuzgados en la esfera política, estallan a través del vocabulario que llama a las cosas por su nombre”. No hagamos esperar más a la insolencia. No temamos nunca a esa medicina descortés que para sanar, agrava. Pues nos resulta posible pensar en la viabilidad del reto y de la impugnación permanentes si aprendemos a utilizar con mala intención los explosivos humanos más demoledores, los más indisciplinados e ingobernables: el sentido del humor, la irreverencia creadora, la chulería antirrepresiva y el amor propio solidario. En este sentido, la música o el inmoralismo provocador, la literatura o la indiferencia, las artes plásticas o ese calculado silencio que incendia, o, mejor aún, una urgentísima mezcolanza que reinterprete a fondo todo lo anterior, pueden ser algunas de las posibles prendas que vista -por supuesto de un modo vigilante y provisional- la más espontánea, irrespetuosa y personalizada declaración de guerra.
En vano aguardará, pues, el lector que describamos aquí alguna actividad más concreta: no existe ya nada ni nadie a quien redimir, ni deben existir tampoco lenguas u oídos para malgastar el tiempo con redimidos, redimibles o redentores. Tampoco le invitaremos, como hiciera aquél otro, a que arroje tras de sí esta escalera de palabras después de haber subido por ella, pues la escalera de la subversión no sube a ningún sitio y sólo ha sido labrada para bajarse, para apearse, para marchar... Antes de hacerlo, un pequeño experimento para espíritus libres: prended fuego, sin demora, a este escrito – pues vosotros nunca lo habéis necesitado- y prestad mucha atención al instante preciso en el que vaya a extinguirse su último rescoldo: observaréis ahí, todavía, una minúscula, una diminuta explosión de resistencia postrera. Esa será nuestra señal. Eso será.
Desenrolo sustentable? Crecemento sostido? Fontes de enerxía sustentables? Pero a quen hei agora de soster? Aos mesmos fillos de puta de sempre ou a outros novos? Puta que os pariu! E nós tragando coma sempre. Mire, eu no lle sei moito dalgunhas cousas, pero téñolle ollos e ouvidos e andei aínda ben polo mundo. Non lle estudei, mais aínda leín e leo algúns libros aínda que non coñeza todas as palabras que veñen neles e cando traballaba na fábrica de armas sempre seguín o boletín do sindicato, hastra que me jodín. Si, jodéronme coas presas da produción e unha prancha de aceiro na cadeira. Logo veu a regulación e así vello e eivado á puta calle, pouco durou, anos despois pechou ou vendéronlla aos americanos... Así que logo, chuchándonos a suor e o sangue anos e anos, aínda por riba, logo págalles a luz, págalles a auga, o lixo, paga a contribución e senón vai vivir a un cortello como as bestas. Hostia que os pariu!... Eles de festa en festa e nos matinando con quen se ían matar coa munición e os fusís que saían da fábrica… Case que descansei cando me botaron. Volvín pra aldeia e gastei o que aforrara en arranxar a casa e logo entereime dos millóns que se lle deron aos señoritos e aos especuladores da cidade pra arranxar os pazos que foran deixando caer... Mire eu non voto e que xa non mo veñan pedir, non quero nada que poidan ofrecer esa raza merdenta que o que fan e manterse eles e os seus como marajás e coidar de que sigan medrando os industriais, os mercaderes e os bancos... era pouco encherlles a todos eles as orellas con pólvora e o cu con dinamita.
Enerxía? Mira! ...olla cara ao norte! Ves as torretas da tensión? ...veñen de Santo Estevo... cando viñen pra eiquí no 79 nas casas só tiñamos tensión pra prender as bombillas e a radio e nada máis. No 87 fixeron unha nova acometida pra poder enchufar a lavadora e a nevera ao tempo sen que salten os fusibles. Aínda é hoxe que as veces nótanse unhas oscilacións da virxe e marcha a luz por horas e noites enteiras sen que naide dea explicacións. Iso si, o recibo vén puntual. Cagoendiós! E seica non lles chega cos pobos que joderon e co que gañan coas presas dos ríos todos desfeitos que agora fanse cos montes pra montaren molinillos dises e por catro perras quedan os comuneiros encantados. Cagonahostiabendita! O que había que facer era coller unha rebarbadora e chimpalos pola base... é o único que lles pon respeto, nin negociar, nin acordos, nin hostias. Todo é puto engano pra xente; cando lle vas ao peto, cando lle tocan os cartos... e aínda así suben os recibos e a tomar polo cu... E matar non se pode...
A auga? Mira, ten conta do que che digo. Eiquí na aldea, cada casa tivo sempre o seu pozo. Aínda me acordo de botar unha man pra facerlle o do “Pitelos”, o desta casa xa o fixera o meu pai sendo eu rapaz, e nunca se tirou unha pinga de auga, así que no me veñan agora com que aforremos nós. Que aforren eles. Hostia! Tanta piscina, tanto jardinillo de merda, tanta rega pra sacar horta en sitios donde a terra non vale un carallo, tanto invernadoiro. Logo viñeron coa traída... Primeiro que tiñamos que xuntarnos pra nos por dacordo, pagar entre todos xa non me acordo cantos miles de pesetas pra que a subiran dende a estrada hasta eiquí. E logo pagar cada un polo seu enganche, xa un roubo, pero é que despois dun ano, cando ao primeiro dicían que non pasarían recibos, escomenzaron a pasalos ó cobro dicindo que era pro mantemento das instalacións. Hai que joderse! A auga é do pobo, captárona río arriba nunha presiña, non lle fan nada e agora queren cobrar por ela... A rañala! Non paguei nin o primeiro, hasta que a cortaron... e coma min os outros.. Creo que soio pagan os chalés novos da “coutada”. Merquei un motor novo e andando, iso si. ..non sei se é porque cada vez chove menos ou andan facendo pozos de barrena nas venas de agua ou porque carallo é que cada vez está máis baixo o nivel e tarda máis en recuperar, sobre todo no vran...
Que que penso do transporte e as comunicacións?...mmm.... tampouco ten que ser como antano que a xentiña non saía da aldeia máis que pra ir a feira da vila ou a capital un puñado de veces na sua vida e o que viaxaba era pra emigración e se cadra pra non voltar... os carreiros de lama e merda... agora penso que hai de máis, estradas nacionais, comarcais, autopistas, autovías por todos os lados. Millóns e millóns de coches... Eu tiven automóbil, xa o comprara de segunda man.. e coa muller íbamos os fins de semana de excursión... Pero a traballar... nadie na fábrica levaba o coche aínda que o tivera... Logo ela morreu... O auto escarallouse e xa non o arranxei... Eiquí na aldeia temos que andar máis dun quilómetro deica a parada, aló na estrada comarcal e soio temos dous autobuses ao día pra baixar e subir da cidade. E case que os tes que parar... e logo, non se poderían pór coches pra alquilar baratos pra cando lle cumpriran, os taxis máis baratos e máis autobuses? Todo o mundo a empeñarse pra mercar coches e correr con iles, dun lado pro outro sen parar. E despois nos pobos... se queres ir ver algún veciño botas o día polas pistas, nin hai en que iren e non hai quen te leve...fanme gracia cando falan da contaminación e o do clima e da destrución da terra. E o medio máis sinxelo que houbo pra se comunicar e levar mercancía que era o tren fórono desartellando, non me estraña co negocio que é construír autopistas de oito carrís e fabricar coches e máis coches que vai querer o tren... e o avión... paréceme pra os ricos, pra amasaren os negocios noutros países e pra lle facer gastar os cartos os turistas... e digo eu, a ben seguro que istes contaminan aínda máis a atmosfera indo como van pegados as nubes...
O campo e o gando? ...pois de puta pena. Xa o ves o que hai. A cada paso aínda menos... En tempos e non hai moito, en cada casa coidábanse vacas, ovellas, porcos, galiñas, pitos, coellos... Cadaquén procuraba pra comer na súa horta e aínda vendíase ou trocábase parte nas feiras e pra tendas... Empezouse coas cotas do leite, da carne... co saneamento das reses, as inspeccións, as pestes e o medo que meteron coas vacas tolas e a gripe dos polos, a seca, o encarecemento das sementes, a xente que trabalha cada paso máis vella. E os fillos non queren saber nada disto ...amáis, a xente deixou de iren mercar as feiras e a praza... penso que todo argallado para que se enchan os supermercados... Eles poñen os precios...con eles non se pode competir. Eles controlan as granxas, os invernadoiros e os matadeiros penso.... Xa o ves... Os lameiros baleiros, xa non hai millo sementado, poucas leiras de patacas e menos horta ca nunca. As castañas polo chan e, inda por riba, os vellos hanlle de deixar a pensión pra compraren de comer... Lume! Cagoendiós!
Que se oín falar dos anarquistas? ...e logo non vou saber... Na casa, o meu tío, irmán do pai. andou cos anarquistas antes e durante a guerra pola Coruña e máis pola Mariña. Falabase en baixiño dil, en secreto. ...desapareceu, na Francia, penso... alá polo 40, non sei certo. Meu pai non quixo falar nunca dise asunto e mandaba calar. Recordoo queimando papeis na cociña de ferro... Eran tempos de moita represión e fusilamentos... Leín algo moitos anos despois... Un mundo sen autoridades, que o que haxa sexa pra todos... Sen estados, sen gobernos, sen policías… Sen ricos, sen patróns… sen curas… [risas]... Non sei se o chegarei ver!
MIGUEL ANXO FERNÁN VELLO: GH, 12/9/2008
Toñi Vicente
Que a restauradora Toñi Vicente se teña equivocado ao adquirir vieira sen as guías sanitarias precisas a persoas non autorizadas para a súa extracción e venda (furtivos), só coa intención de lles ofrecer aos seus clientes o mellor produto -e conste aquí ben claro que eu defendo en todo momento o cumprimento das normas sanitarias ao respecto, como non podía ser doutra maneira-, non explica por si só a "saña" informativa que en certos medios de comunicación se ten focalizado de xeito expreso, exclusivo e unívoco sobre a prestixiosa cociñeira galega. Calquera persoa con ánimo de neutralidade nas súas reflexións sobre o particular coincidirá en que non é xusto pór a Toñi Vicente, só a ela, e só contra ela, no centro da diana. Que a "primeira dama da cociña galega" -como así se ten denominado- teña incorrido nun desacerto puntual non invalida en absoluto o carácter de excelencia da súa creación gastronómica. Como ben lembra José Ribargorda, Toñi Vicente aprendeu a súa "prodixiosa técnica culinaria" dun dos máximos expoñentes da nouvelle cuisine, o francés Michel Gérard, mais a nosa restauradora soubo investigar tamén na tradición galega, como é obvio, para crear un equilibrio perfecto entre creación e coñecemento e obter así un "sentido" de modernidade na súa cociña que hoxe é admirado e recoñecido internacionalmente. "Disparar", como se ten feito nalgúns casos, sen piedade ningunha, contra unha muller extraordinaria na súa profesión, un dos nosos máximos referentes na cultura gastronómica actual, resulta, cando menos, propio de mentes desalmadas. Mentes sen alma. En momentos tan duros no plano persoal para Toñi Vicente, vaia aquí a miña admiración polo seu traballo no tempo, pola súa traxectoria profesional admirábel. A gran restauradora galega -cónstame- sempre procurou os mellores produtos para os seus clientes. Clientes de toda a península ibérica e de diversos países europeos que acoden á súa casa movidos pola alta calidade da restauración e pola excelencia culinaria. Unha forte aperta á Mestra.
con respecto ó que comenta apicultor de Ourense tan só decir que supoño que a noticia se refire ó conxunto dda provincia.
En calquera caso non teño nengunha dúbida de que Ourense vai ainda en burra cando o resto de Galiza está a piques de montar no AVE (no 2100 ou así)-xunto con algunhas zonas do interior de Lugo. Se coñeces algo a provincia, e te achegas a calquera pobo do interior a subsistencia está garantida somentes cas pensións, que ainda por riba nalgún casos son paupérrimas.
Por por outro exemplo de desenrolo - que non ten nada que ver- da nosa provincia e dos nosos políticos: nova escola de artes escénicas -cárganse a escola de música con mais de 300 alumnos (non poden acoller mais, había "rifas" para conquerir praza), que pasa a depender dunha que apenas chega os 30 o curso pasado-, a directora unha extraña, non por extranxeira, senón porque non leva feito nada por estes lares. Que pasa cos anos de traballo por exemplo de Sarabela por poñer un nome, non hai xente capacitada ....
Ánimos e saudos para o autor do blog
saudo extensivo por suposto a todos vos.
Polo que se advirte aquí hai temas que non interesan, ou ben de difícil lectura para craneos tan privilexiados, ou ben incomprensibles e de retrincada sintase. O asunto é que non voltei a preguntar sobre literatura ó ver cómo se puñan as cousas, pero se propós outro tema, tal cual é a transformación da lingoaxe ata a sua perversión, e nun foro da envergadura déste non interesa..., qué queren que lles diga?, teño leido tedios por asuntos ven menores, pero ben, quen dispoñen son vostedes, e grazas Remixio pola túa naturalidade. Agur
Para Remixio e demáis fauna ecoloxista. En Francia están moi postos no reciclado de augas de chuva, captan as dos tellados para depósitos enterrados e despoís utilízanas a nivel hixiénico.
A administración subvenciona as calefaccións de leña ata un 50 por cento. Esto é para medio ambiente e industria, bloque e psoe, que copien, aforraríamos moito. Un compañeiro meu aforrou esta última tempada 1500 litros de gasóleo metendo ademáis do gasóleo leña.
Algo se vai facendo.
A mín gustaríame que xente como vostede, toda a xente, participase en política, partidos, sindicatos, asociacións. Fortalecer a sociedade civil. Temos as organizacións en maus de moi poucos. Necesitamos debate, acción, desde dentro das arganizacións.
Unha virtude que ten "Blanquito", non van ser todo defectos, é que resiste enormemente as frustracións e sighue e sighue, outros abandonamos e pasamos a criticar sen utilizar os conductos máis eficaces. Paréceme que é o camiño collido por a mor parte da xente. Así seguirá todo en maus dos máis ghetas.
Señor amalfitano por que non o traduce ao galego? Así sería máis fácil de ler.
Canta razón leva señor Remixio de Esgos. Canta razón!!
Porque non fai falla Carlota, porque non fai falla, é cuestión de facer un pequeno esforzo, non moito, é querelo entender.
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