11 oct 2006






Rigorosa memoria do 36

(Andoliña 11 outubro 2006)

A proclamación do 2006 como Ano da Memoria non trouxo moitas novidades bibliográficas: os libros aparecidos nos últimos tempos derivan de anteriores investigacións en marcha. Por iso quero subliñar o esforzo realizado pola revista Grial que, no número 170, dedica un amplo monográfico ó tema coordinado por Lourenzo Fernández Prieto, que escribe ademais sobre a historiografía da guerra. Outros traballos tratan da memoria da fame, da sociedade da posguerra (M. Richards), das pegadas da represión franquista na memoria rural (Ana Cabana), dos lugares da memoria (J.Mª Cardesín), da represión na investigación científica (R. Gurriarán), da propaganda dos sublevados (X.M. Núñez Seixas) e da guerra na narrativa galega (D.Vilavedra).

Un documento útil contra o revisionismo histórico dominante noutros medios e o oportunismo dos bestseller de Pío Moa. Como apunta Fernández Prieto, existe outra corrente (S.G.Payne), que non reivindica os aspectos totalitarios do franquismo, pero presenta este réxime como unha paréntese na historia democrática e como impulsor do desenvolvemento económico: unha tese pouco inocente. Precisamos, dende logo, saber de onde vimos e qué significou aquel tempo de barbarie.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sento disentir no referente as publicacions e novedades ligadas o Ano da Memoria. Soamente tes que mirar os catálogos das editoriais.
O que si é certo e que os teus amigos, todos dentro do ambito académico, non publicaron nada novo excepto as colaboracions, que tu moi ben referencias, no número 170 de Grial.
Elo é máis sangrante si pensas que todo o movemento de recuperación dos desastres da guerra civil e o franquismo foi iniciado, neste país, por persoas alleas o mundo das universidades. Ese mundo sóo acabou acercándose cas suas investigacions en tanto foron renumeradas con certo prestixio intelectual.
Un sáudo.

Marcos Valcárcel López dijo...

Cando me refería a novidades editoriais, non falaba de libros de ficción sobre a época da guerra (Rivas, De Toro, etc.), senón a obras de investigación historiográfica e polo que eu sei a maioría xa estaban publicadas hai uns meses ou a punto de ver a luz (non naceron co Ano da Memoria). Tamén é certo que moitos traballos sairon de fóra dos ámbitos académicos da Universidade (p.ex. os de Vítor Lamela), pero isto pasa coa Memoria e tamén con outras cousas. Polo demáis só teño certo trato con tres das sete persoas citadas na recensión, pero espero que o feito de ser "os meus amigos" non lle impida recoñecer a valía dos seus traballos. (Borrei unha das mensaxes, porque estaba repetida)

Anónimo dijo...

Historia e memoria non son exactamente o mesmo.

Colgo a continuación un breve texto de Pierre Nora que pode ser útil para os lectores. Un saúdo.

Memoria e historia

Pierre Nora (La Nación 15 de marzo de 2006)

Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, es afectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones, inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerable a toda manipulación, susceptible de permanecer latente durante largos períodos y de bruscos despertares. La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual.
Por el contrario, la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros. A partir de esos rastros, controlados, entrecruzados, comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudo pasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjunto explicativo. La memoria depende en gran parte de lo mágico y sólo acepta las informaciones que le convienen. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos. La historia permanece; la memoria va demasiado rápido. La historia reúne; la memoria divide.

Anónimo dijo...

Moito máis extenso, pero de abondo interesante para a clarificación dos conceptos, é este outro texto.

Memoria e Historia. Aspectos Conceptuales

(Ponencia presentada al Taller del Seminario Internacional sobre Memoria e Historia, 26 al 30 de septiembre del 2005, Guatemala)

Dr. Stéphane Michonneau

A principios de los años 70 surgió en Francia, como en casi todas las sociedades europeas, una preocupación muy fuerte por la memoria; lo que Pierre Nora llamó una “temporada memorial.” Esta pasión por la memoria se expresó a través de muchas y diversas manifestaciones culturales como, por ejemplo, la explosión en el número de museos, la pasión renovada por el patrimonio histórico, el incremento de los aficionados por la historia familiar, la elaboración de árboles genealógicos y, también, a partir de manifestaciones conmemorativas que conocieron una gran aceleración en su ritmo y que culminaron con el bicentenario de la Revolución Francesa en 1989.

Una reflexión que puedo hacer al respecto es que la preocupación por la memoria histórica es un fenómeno histórico, en el sentido de que tal preocupación no es constante en el tiempo. Existen momentos en los que la sociedad recuerda y hay momentos en que no. Al parecer, en el caso de Guatemala, se estaría en un momento de recordar.

Considero, a partir de lo expuesto en los talleres anteriores, que existe cierta confusión en cuanto a qué se entiende por memoria. Se han planteado cosas diferentes en relación con este concepto, por lo que trataré de hacer una clasificación para establecer cuáles son las definiciones básicas que se pueden tener sobre el fenómeno de la memoria. Consideraría que, en lo esencial, hay tres definiciones, y que cada una de ellas tiene su propia historia, sobre todo a lo largo de los últimos treinta años.

Una primera acepción se ubicaría a principios de los años ochenta cuando este concepto comenzó a precisarse, a constituirse en un objeto de preocupación y reflexión intelectual. En este contexto se publicó una obra bastante importante que marcaría profundamente la historiografía francesa, que se llama “Los lugares de la memoria”, dirigida por Pierre Nora. El interés de Nora en este volumen era el de hacer la arqueología de los símbolos de la nación francesa, revisar los elementos que unían a los franceses en una sola nación. Esta iniciativa fue acogida con bastante entusiasmo. Por ejemplo, a Nora no le interesaba detenerse en conocer o explicar la historia arquitectónica de la catedral de Notre Dame de Paris sino, más bien, entender cómo se había ubicado esta catedral en el imaginario nacional. Le interesaba, por ejemplo, la leyenda del jorobado de Notre Dame, puesta en escena por Víctor Hugo en el siglo XIX. Es decir, la creación de un mito y su recepción al interior de la sociedad francesa del siglo XIX. No se trataba de la historia de la catedral sino la historia de la memoria de la catedral y de sus usos políticos.

Pierre Nora definió entonces la memoria como la instrumentalización del pasado en el presente; es decir, el uso que se puede hacer del pasado con fines políticos. Esa fue la definición que él planteó en 1985. Al hablar de la instrumentalizacíón del pasado en el presente lo que hacía era oponer la memoria, que para él es narración mítica del pasado, y la historia que es narración crítica y distanciada del pasado, oposición que me parece bastante fuerte. Al plantear que la memoria es narración mítica del pasado y la historia es narración critica y distanciada del pasado, lo que hacía era vincular la memoria a la identidad y al poder, mientras que la historia elaborada por los historiadores era un proceso de conocimiento.

Una segunda definición de la memoria surgió a principios de los años 90. En ésta el interés central era el de las condiciones sociales de evocación de los recuerdos y su organización social. ¿Es la memoria una actividad del individuo o más bien una actividad social? ¿Qué es primero: los recuerdos individuales o los recuerdos colectivos? En esta dirección fue muy importante el descubrimiento que se hizo del trabajo de un sociólogo que murió durante la segunda guerra mundial, Maurice Halbwachs. Este sociólogo planteó la posibilidad de hacer una sociología de la memoria pero fue duramente rechazado en su época. Escribió tres libros que son bastante importantes. Uno de ellos, una obra póstuma publicada en los años 50, se llama “La Memoria Colectiva.” En esta obra se encuentran dos ideas fundamentales: la primera idea es que la memoria no se conserva sino que es reconstruida a partir del presente. La segunda es que la memoria aunque es personal siempre es socialmente determinada. O sea que si existiera un hombre aislado éste no tendría recuerdos. La memoria no es solo una función psicológica individual sino que es algo que no se puede separar de lo social. Y la memoria individual es real en tanto que participa de la memoria colectiva. Por último, este autor estaba convencido de que la memoria tiene una función social. Es decir que el pasado mitificado es utilizado para justificar representaciones del presente. Se trata de una obra muy poco difundida después de la guerra y no fue redescubierta sino hasta finales de los años 80 y a principios de los años 90.

Entre los herederos intelectuales de esta propuesta se pueden mencionar a Roger Bastide y Michael Pollak, quien estudió las condiciones sociales de evocación de los recuerdos. A este autor le interesaba la siguiente cuestión: ¿cuáles son las condiciones sociales para que los supervivientes de los campos de concentración nazis cuenten sus historias? Esta fue su pregunta central.

Entonces, diría que esa segunda definición sobre la memoria relacionada con la cuestión del recuerdo fue planteada sobre todo por los sociólogos y los antropólogos. Mientras que en el ámbito de la historia, para los historiadores, esa pregunta quedó planteada como una problemática de segundo orden.

Una tercera definición surgió a finales de los años 90 cuando en Francia se tuvo que enfrentar la memoria del genocidio judío en el que había participado el Estado durante la Segunda Guerra Mundial. En este caso se trata de una memoria muy distinta de las primeras porque es una memoria traumática. Entonces, la memoria es sentida como un peso doloroso de un pasado cercano sobre el presente. Aquí se trataría de trabajar una memoria dolorosa, después del trauma, que condujo a una reflexión sobre la relación entre violencia memoria y también justicia.

¿Cómo se pueden asumir las memorias dolorosas? ¿Cómo se pueden apaciguar? ¿Existe un deber de memoria? ¿Es posible la justicia de la memoria hacia las víctimas? etcétera. Estas fueron las preguntas que formuló el gran filósofo Paul Ricoeur en su obra fundamental publicada en el año 2000 llamada “La Memoria, la Historia, El Olvido”.

Puede entonces apreciarse que la memoria es un concepto muy rico pero también algo confuso, por lo que hay que decirlo. Y este concepto que surgió a mediados de los años 70s y principios de los 80s tiene toda una historia. De igual manera este concepto comprende varios niveles que hay que entender, sobre todo en relación con el éxito que ha tenido entre el público, así como por cierta inflación que, según Nora también implicó una cierta banalización del concepto. Sobre todo, porque esa banalización no facilitó mucho su manejo intelectual. Además, porque en el ámbito de la reivindicación de la memoria del genocidio por parte de los judíos franceses se convirtió la memoria en un fenómeno social y político.

Una vez planteadas estas tres definiciones me gustaría pasar a la segunda parte de mi exposición. Considero que tales definiciones plantean, en el fondo tres problemáticas diferentes pero complementarias. La primera problemática planteada por estas definiciones es la que se refiere a la oposición entre memoria e historia. En efecto, para Pierre Nora la memoria básicamente es falsa, es mentirosa, mientras que la historia pretende trasladarnos la realidad de lo que pasó. Existe, entonces, un desfase importante entre el acontecimiento establecido por los historiadores y la leyenda, el mito creado por la memoria. En este desfase es importante la definición del lugar de memoria.

¿Qué es el lugar de memoria? Según Pierre Nora es el lugar donde se fomenta la memoria; como un taller de memoria donde se elabora cierta visión del pasado. En la sociedad el lugar de memoria es básicamente un lugar de falseamiento de la verdad histórica, de mitificación del pasado. Estos lugares pueden ser lugares concretos, como por ejemplo los museos, los monumentos conmemorativos, nombres de calles, banderas, himnos, fiestas nacionales, etcétera. Estos lugares de memoria pueden ser plantas como, por ejemplo, el árbol de Guernica, la Flor de Lis de la monarquía francesa, el clavel de la Revolución Portuguesa, etcétera. Pueden ser colores como, por ejemplo, el rojo bolchevique o el naranja de la supuesta revolución de Ucrania. Pueden ser personajes reales como De Gaulle o Rigoberta Menchú. Pueden ser personajes inventados como Mariana Pineda, que es la leyenda de una mujer que se supone bordó la bandera republicana española pero que nunca existió. Pueden ser vírgenes, como por ejemplo, la virgen de Guadalupe en México; pueden ser santos como Santiago en España; pueden ser instituciones que simbolicen la comunidad nacional, como un club de fútbol, una ópera, etcétera. Pero lo que interesa, según Pierre Nora, es el proceso de rememoración que está en el corazón de esta concepción de los lugares de memoria, de la rememoración. Se trata de una recreación por definición artificial y está fuertemente ligada al contexto político, social, económico en el que se desarrolla ese proceso de rememoración. Y es lo que los historiadores pueden estudiar tratando de establecer la historia de las distintas invenciones que se han hecho a lo largo de la historia. Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este tipo de rememoraciones no solo es un hecho del discurso claro; son palabras que hablan del pasado pero también son actos políticos, tales como las conmemoraciones, los actos ritualizados, los actos que movilizan, al igual que los mitines, las procesiones, las manifestaciones, etcétera. Estos homenajes, estos actos concretos, se inscriben dentro de una sociedad particular.

Según Nora no existe la posibilidad de una memoria colectiva porque, al fin y al cabo, son los individuos quienes recuerdan en la sociedad. El conjunto social no se recuerda de nada. Son los individuos quienes van promoviendo los lugares de memoria. Entonces, son los individuos y a veces los grupos, pero poco numerosos, quienes consiguen imponer al conjunto social sus propios recuerdos, promoviendo lugares de memoria, monumentos por ejemplo. Entonces, se puede decir que los lugares de memoria convierten una memoria privada en memoria colectiva, porque termina siendo asumida y defendida por instancias de poder, como el Estado, la Iglesia, el ejército etcétera.

Otro punto interesante es que los lugares de memoria, de esa memoria tal como la define Pierre Nora, son profundamente conflictivos. No puede existir una memoria unánime. Existen grupos, personas, que luchan para imponer su propia visión del pasado dentro de la sociedad. Porque, claro, hay memorias distintas, variadas, contradictorias; hay grupos que ganan y otros que pierden. Y el historiador lo que hace es estudiar quiénes son los promotores de esas memorias, cuáles son sus estrategias, cuáles son sus técnicas para mover a las masas, cuáles son los medios utilizados para ganar la partida, en que tipo de espacio público se proyectan, qué medios concretos utilizan, que tipo de rituales conmemorativos promueven, etcétera.

Pero lo importante en esta problemática, es que siempre se parte de una separación bastante radical entre la memoria y la historia. La memoria provendría de interpretaciones falsas y mentirosas y la historia lo que pretendería sería darnos la realidad del acontecimiento. O sea que la memoria y la historia son dos tipos de narración del pasado. Pero, cuidado. La historia es una narración del pasado que tiene como horizonte la comprensión de lo que pasó realmente, mientras que la memoria también es narración del pasado pero que tiene como horizonte la fidelidad y la piedad a los antepasados. Por eso la memoria se siente libre con los hechos, deformándolos para quedar fiel a la interpretación que quiere sacar para el presente. Para ella, lo que importa es la veracidad de lo que cuenta, no acercarse a la realidad de lo que sucedió.

Quisiera insistir sobre esta distinción porque en estos talleres he escuchado varias veces que la gente habla de “memoria histórica.” Y considero, conceptualmente, que “memoria histórica” es una expresión problemática, porque memoria e historia se pueden oponer, según lo planteado.

La segunda problemática planteada por las diferentes acepciones de la palabra “memoria” se refiere a la relación entre pasado y presente. La concepción clásica de la memoria que todos tenemos, más o menos, es que ésta es una huella del pasado en el presente; es un peso que el pasado ejerce sobre nosotros. Por ejemplo, ¿por qué recordamos la Guerra Civil Española? Porque sería un acontecimiento importante que se impondría a nosotros. La razón última de la memoria sería entonces la historia. Según esta concepción bastante corriente de la memoria, ésta es un efecto del pasado sobre el presente. Notemos que para Nora, la memoria es exactamente lo contrario. Él considera que la memoria no preexiste a su expresión, lo que es un poco provocativo. Él considera que no hay nada que recuperar del pasado, por que el pasado está muerto, el pasado no se encuentra ubicado o escondido en algún lugar; es definitivamente pasado y no resucitará por sí solo. Pero sí que existen talleres para crearlo de nuevo: esos son los lugares de memoria. O sea que según la concepción de Nora, el pasado no se puede separar del lugar donde se fomenta, o sea el taller que hace posible su existencia entre nosotros en el presente. De donde queda claro que la memoria es un efecto del presente sobre el pasado, como una retroacción.

Así que para unos la memoria es una huella del pasado en el presente, un síntoma inconsciente del pasado que se manifiesta en el presente. Y para otros la memoria es todo lo contrario; es la evocación del pasado, o sea una selección consciente del pasado en el presente. O bien, la memoria es efecto del pasado, o bien es efecto del presente. En realidad se trata de dos concepciones bastante irreconciliables, muy opuestas; y resulta difícil manejarlas a la vez.

Para concluir con esta problemática quisiera añadir algo más. Considero que Pierre Nora tiene algo de razón. El pasado está muerto: la Guerra Civil Española se acabó, ya no está. Es cierto que el pasado está muerto. O sea que si el pasado está muerto, entonces ¿qué es lo que pesa en el presente? Lo único que puede pesar sobre nosotros no es el pasado mismo porque está muerto, sino la impresión que ese pasado dejó sobre nosotros, lo que es muy distinto. No es, entonces, cierto decir que la guerra civil sigue pesando sobre nosotros; no es verdad porque esa guerra se acabó. Ella no pesa, sino lo que pesa es la impresión que dejó sobre nosotros, y esa impresión es algo vivo y posiblemente traumático.

Resulta bastante difícil, en ciencias sociales, elegir entre estas dos concepciones de la memoria. Considero que lo útil para los investigadores sería entender cómo se articulan estas dos definiciones de la realidad que juegan al mismo tiempo.

En cuanto a la tercera problemática, ésta se refiere a la relación, entre memoria individual y memoria colectiva, algo sobre lo que los sociólogos han trabajado desde hace tiempo.

El recuerdo, como ya lo decía, es siempre un acto social, es un hecho de interacción entre individuos. Entonces, la evocación del recuerdo siempre es socializada. En este sentido puede resultar un poco difícil distinguir entre lo que es la memoria individual y lo que es la memoria colectiva, por lo que es difícil saber exactamente qué es la memoria colectiva, así como cuál es el papel que desempeña el individuo en la memoria colectiva, la memoria del grupo. ¿Quién rememora primero? Es muy difícil establecerlo. Pero lo cierto es que la existencia de una memoria colectiva supone la existencia de un sujeto colectivo que rememora. Pero, ¡cuidado! Es posible que este sujeto colectivo sea un grupo bastante limitado dentro de la sociedad; pero nunca será la sociedad en su totalidad. No se puede encontrar una sociedad que comparta exactamente los mismos recuerdos sobre los acontecimientos vividos. Siempre encontraremos una excepción, siempre habrá dentro de la sociedad un miembro que no tenga los mismos recuerdos que los demás. Por lo que la memoria colectiva es una expresión que se puede usar a nivel de grupos limitados pero que no tiene sentido a nivel de toda una sociedad porque ésta no recuerda nada.

Considero que estas tres problemáticas que se han planteado brevemente revelan la gran complejidad de la memoria. Ahora plantearía, a partir de la tipología establecida por la investigadora francesa Marie-Claude Lavabre, quien concibe a la memoria como algo que tiene tres caras complementarías, tres polos, tres círculos que se entrelazan.

El primer círculo sería el de la historia. Tal vez un polo repulsivo, o sea el conocimiento científico del pasado y su narración. Pero, ¡cuidado! Una narración que apunte a la realidad de lo que pasó. En este polo estaría el historiador, pero éste puede ser al mismo tiempo, y según su posición ideológica, una fuente de conocimientos históricos y un promotor de memoria. Y difícilmente se pueden separar estas dos caras.

El segundo circulo sería –y utilizando una expresión polémica- el de la memoria histórica. Pero al hablar de memoria histórica la entendería como la narración del pasado con fines políticos identitarios. Aquí están las políticas de memoria, aquí está el efecto del presente sobre el pasado. En el corazón de este círculo están los lugares de memoria, el proceso de rememoración, los fenómenos de recreación artificial fuertemente ligados al contexto político. Aquí también está la memoria histórica que aprendimos en los manuales escolares. O sea, ese conocimiento del pasado que tenemos pero, sin experiencia propia.

Y, finalmente, el tercer círculo sería el que Marie-Claude Lavabre llama la memoria común. La memoria común serían los acontecimientos vividos en la sociedad, en un mismo momento por todos los individuos que la componen. La experiencia individual que tenemos, los recuerdos; es esa la memoria que pesa, es la memoria como efecto del pasado; memoria común de la experiencia individual.

En el cruce de estos tres círculos está la memoria colectiva. El cruce de la memoria colectiva sería entonces la memoria de los individuos –constituidos en grupos promotores de recuerdos- que sepan proyectar en el espacio público una narración coherente. La memoria colectiva sería, por un lado, el producto de la fuerte impresión que dejó el pasado sobre los individuos porque la memoria colectiva se nutre de recuerdos individuales, de experiencias. Las experiencias y los recuerdos individuales son como la materia prima de la memoria colectiva. Pero por otro lado, ésto no basta para que sea memoria colectiva. También existe necesidad de narraciones en el espacio público a partir de la mediación de grupos organizados. Entonces sí tenemos memoria colectiva. Esta narración puede concretarse por políticas de memoria, lugares de memoria, manuales escolares, etc. La historia interviene en cuanto el historiador ayuda a esta narración, o en cuanto las obras del historiador ayuden a la puesta en narración sin que necesariamente el historiado lo sepa o lo quiera.

Para concluir, agregaría que la memoria colectiva, en este sentido restrictivo, sería el trabajo de reducción, el trabajo de homogeneización de los recuerdos individuales en una narración coherente y pública, en la que –por supuesto- intervienen promotores y, a veces, historiadores. Está claro que las políticas de memoria no pueden tener éxito y valor si no sintonizan con las experiencias comunes que nosotros como individuos tenemos. Pero, al contrario, las experiencias individuales y los recuerdos individuales que todos tenemos no bastan para fomentar una memoria colectiva.

Marcos Valcárcel López dijo...

Moi interesantes aportacións: tanto a cita, magnífica, de Pierre Nora como as documentadas e sutís matizacións do Dr. Stéphane Michonneau. E aínda se podería enguedellar máis a historia. Que pasa se, ademais da memoria, falamos da lenda? Aquela cita tan famosa de Ford, que repite a cotío Bieito Iglesias como consello para os novos escritores: "entre a historia e a lenda, colle sempre a lenda".

Anónimo dijo...

No último número (166) de "Claves de razón práctica" aparecen dous traballos moi interesantes, de Tony Judt e de Adam Micnhik, sobre estes asuntos da historia e da memoria.