Seguro que esta a máis dun lle fai pensar no de acender un cigarro... é curioso que dúas cousas que frecuentemente estean tan relacionadas entre si (xa sabeís o cigarrito despois de...) en realidade sexan tan incompatibles :[Trebi.
Fumadores
Javier G. Méndez
Xornal de Galicia, 2009-04-22.
Mientras escribo estas líneas, tengo delante un paralelepípedo con una seriar advertencia de las autoridades sanitarias en una de sus caras: "fumar puede matar". Enciendo un cigarrillo y otro más, mientras pienso, como Serrat, que un día de estos he de plantearme muy seriamente dejar de fumar, aunque todavía no me entre esa tos al levantarme. Pero luego el humo se esparce por la habitación como una bandera contra la hipocresía; me quema en el interior a lo bonzo; se esparce por el medio ambiente, como una de aquellas señales indias que veíamos en las películas del oeste, ¿recuerdas?, y me entra el absurdo orgullo de pertenecer a la raza perseguida, discriminada, bombardeada por malos augurios escritos y ordeñada a impuestos, a la que llaman despreciativamente fumadores.
Trinidad Jiménez, la nueva ministra de la cosa, ya ha avisado de que nos vamos a enterar de lo que vale un peine, macho, como si no se estuviesen enterando ya nuestros bolsillos, atracados vilmente por la haciendas públicas. Ha anunciado una nueva línea otoño/invierno de cajetillas, tétricos y diminutos ataúdes disuasorios en los que van a aparecer panorámicas de nuestros pulmones ahumados, como si fuesen talmente salmones de esos noruegos, oye, y retratos de colegas en estados terminales, entubados hasta las orejas, a ver si de una puñetera vez nos entra el acojono.
Lo curioso de esta obsesión de los Papás Estado por sacarnos del vicio, culo, nenes, es que todas sus medidas de buenos samaritanos llevan siempre añadidas una subida de impuestos indirectos. O sea, esto del tabaco, es el único negocio, en el que por cierto participa el estado, en el que va disminuyendo lentamente el consumo pero se mantienen siempre los beneficios. La misma cantidad de euros que hoy puedan dejar en las arcas públicas cien fumadores, cien suicidas potenciales, vamos, la dejan mañana los noventa que todavía sigan echando humo. Que baja todavía un poco más la demanda, pues subo todavía un poco más el precio de la dosis, a ver si me entiendes, de tal forma que esa red de "camellos" del estado, estancos, locales con maquinas expendedoras, sitios así, sigan recaudando lo mismo para el cártel.
Si el precio del tabaco fuese un elemento disuasorio, de buena fe, descendería proporcionalmente al número de ex fumadores.
Javier G. Méndez
Xornal de Galicia, 2009-04-22.
Mientras escribo estas líneas, tengo delante un paralelepípedo con una seriar advertencia de las autoridades sanitarias en una de sus caras: "fumar puede matar". Enciendo un cigarrillo y otro más, mientras pienso, como Serrat, que un día de estos he de plantearme muy seriamente dejar de fumar, aunque todavía no me entre esa tos al levantarme. Pero luego el humo se esparce por la habitación como una bandera contra la hipocresía; me quema en el interior a lo bonzo; se esparce por el medio ambiente, como una de aquellas señales indias que veíamos en las películas del oeste, ¿recuerdas?, y me entra el absurdo orgullo de pertenecer a la raza perseguida, discriminada, bombardeada por malos augurios escritos y ordeñada a impuestos, a la que llaman despreciativamente fumadores.
Trinidad Jiménez, la nueva ministra de la cosa, ya ha avisado de que nos vamos a enterar de lo que vale un peine, macho, como si no se estuviesen enterando ya nuestros bolsillos, atracados vilmente por la haciendas públicas. Ha anunciado una nueva línea otoño/invierno de cajetillas, tétricos y diminutos ataúdes disuasorios en los que van a aparecer panorámicas de nuestros pulmones ahumados, como si fuesen talmente salmones de esos noruegos, oye, y retratos de colegas en estados terminales, entubados hasta las orejas, a ver si de una puñetera vez nos entra el acojono.
Lo curioso de esta obsesión de los Papás Estado por sacarnos del vicio, culo, nenes, es que todas sus medidas de buenos samaritanos llevan siempre añadidas una subida de impuestos indirectos. O sea, esto del tabaco, es el único negocio, en el que por cierto participa el estado, en el que va disminuyendo lentamente el consumo pero se mantienen siempre los beneficios. La misma cantidad de euros que hoy puedan dejar en las arcas públicas cien fumadores, cien suicidas potenciales, vamos, la dejan mañana los noventa que todavía sigan echando humo. Que baja todavía un poco más la demanda, pues subo todavía un poco más el precio de la dosis, a ver si me entiendes, de tal forma que esa red de "camellos" del estado, estancos, locales con maquinas expendedoras, sitios así, sigan recaudando lo mismo para el cártel.
Si el precio del tabaco fuese un elemento disuasorio, de buena fe, descendería proporcionalmente al número de ex fumadores.