Prisioneros de su biografía
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
El Correo Gallego, 05.05.2009
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
El Correo Gallego, 05.05.2009
Caino. Romaría sobre lenzo.
Poco crédito tendría un empresario que, ante un fracaso comercial, reaccionara culpando a los clientes. Conque sí, ¿eh? Pues ahora vais a ver lo que es bueno. Nos dejaría perplejos un industrial que tachara al mercado de traidor, en lugar de adaptar sus productos. Su marca estaría condenada a la extinción.
Algo parecido están haciendo dos de las tres corrientes que se disputan el poder en el nacionalismo. Hay una coincidencia de fondo entre Xosé Manuel Beiras y Paco Rodríguez, que se podría condensar diciendo que ellos creen que el BNG gubernamental ha cometido un grave pecado al actuar en función de la clientela.
Los teólogos más severos nos dicen que Quintana y los suyos se entregaron voluntariamente en brazos de la concupiscencia. Los más transigentes concluyen que el quintanismo fue seducido y engañado por fuerzas poderosas que lo utilizaron a placer, para después retornar al redil; si la cabra tira al monte, toda esa Galicia moderada tiraría al Partido Popular.
Supongamos que es así. Admitamos que una parte sustancial de la sociedad gallega ve en el PP su cobijo natural. ¿Por qué? He ahí la cuestión que la teología nacionalista no responde. ¿Acaso esta sociedad es masoquista y disfruta con los latigazos que le propinan durante todos estos años los populares? De ser así, habría que poner a tratamiento a cientos de miles de gallegos, lo cual es poco práctico.
Si Galicia no quiere caldo, hay que darle dos tazas, para que aprenda. Así se resume la terapia que sugieren irmandiños y upegallos. Si esa galleguidad a la que Quintana quiso conquistar responde negándole el voto al BNG, allá ella, que le den. No es el votante el que tiene siempre razón, sino el sacrosanto aparato y los sesudos ideólogos que justifican sus posiciones.
A pesar de todos sus errores, Quintana hizo lo que tiene que hacer un partido con vocación mayoritaria. Llamó a puertas alejadas del nacionalismo, procuró tender puentes con orillas distantes al Bloque, sonrió allí donde antes se reñía, y no bailó con lobos, sino con abuelos depositarios de la más auténtica galleguidad. Aunque las urnas hayan sido adversas, no hay otra receta si el Bloque aspira a transformar en práctica su representatividad mítica.
La diferencia entre Aymerich, Beiras y Paco Rodríguez es sobre todo generacional. Hay una parte del nacionalismo que en realidad está defendiendo su propia biografía. Ya no pueden renunciar a estas alturas a dogmas que han defendido durante décadas de lucha. Ese producto que la clientela rechaza es el suyo; son como los viejos patriarcas de las empresas, que se resisten a que los hijos o nietos renueven sus estructuras para adaptarlas al mercado.
De ahí la impresión de que tendencias en apariencia tan distantes como el beirismo y la UPG se aproximen. Comparten esa idea de que la decepción electoral vino por querer buscar caladeros de altura, en vez de conformarse con los de bajura. En el fondo, abogan por un nacionalismo resignado a cultivar su cativo minifundismo.
Culpar al cliente, pensar que la Galicia moderada sólo se aprovechó del nacionalismo para después irse con otro es la explicación más fácil. Claro que esa sociedad también puede sacar la conclusión de que las llamadas, los puentes, las sonrisas y los bailes sólo eran cosa de Quintana; que, emboscados en la organización, estaban los que creen que un partido pertenece a los fundadores y no al país.
Poco crédito tendría un empresario que, ante un fracaso comercial, reaccionara culpando a los clientes. Conque sí, ¿eh? Pues ahora vais a ver lo que es bueno. Nos dejaría perplejos un industrial que tachara al mercado de traidor, en lugar de adaptar sus productos. Su marca estaría condenada a la extinción.
Algo parecido están haciendo dos de las tres corrientes que se disputan el poder en el nacionalismo. Hay una coincidencia de fondo entre Xosé Manuel Beiras y Paco Rodríguez, que se podría condensar diciendo que ellos creen que el BNG gubernamental ha cometido un grave pecado al actuar en función de la clientela.
Los teólogos más severos nos dicen que Quintana y los suyos se entregaron voluntariamente en brazos de la concupiscencia. Los más transigentes concluyen que el quintanismo fue seducido y engañado por fuerzas poderosas que lo utilizaron a placer, para después retornar al redil; si la cabra tira al monte, toda esa Galicia moderada tiraría al Partido Popular.
Supongamos que es así. Admitamos que una parte sustancial de la sociedad gallega ve en el PP su cobijo natural. ¿Por qué? He ahí la cuestión que la teología nacionalista no responde. ¿Acaso esta sociedad es masoquista y disfruta con los latigazos que le propinan durante todos estos años los populares? De ser así, habría que poner a tratamiento a cientos de miles de gallegos, lo cual es poco práctico.
Si Galicia no quiere caldo, hay que darle dos tazas, para que aprenda. Así se resume la terapia que sugieren irmandiños y upegallos. Si esa galleguidad a la que Quintana quiso conquistar responde negándole el voto al BNG, allá ella, que le den. No es el votante el que tiene siempre razón, sino el sacrosanto aparato y los sesudos ideólogos que justifican sus posiciones.
A pesar de todos sus errores, Quintana hizo lo que tiene que hacer un partido con vocación mayoritaria. Llamó a puertas alejadas del nacionalismo, procuró tender puentes con orillas distantes al Bloque, sonrió allí donde antes se reñía, y no bailó con lobos, sino con abuelos depositarios de la más auténtica galleguidad. Aunque las urnas hayan sido adversas, no hay otra receta si el Bloque aspira a transformar en práctica su representatividad mítica.
La diferencia entre Aymerich, Beiras y Paco Rodríguez es sobre todo generacional. Hay una parte del nacionalismo que en realidad está defendiendo su propia biografía. Ya no pueden renunciar a estas alturas a dogmas que han defendido durante décadas de lucha. Ese producto que la clientela rechaza es el suyo; son como los viejos patriarcas de las empresas, que se resisten a que los hijos o nietos renueven sus estructuras para adaptarlas al mercado.
De ahí la impresión de que tendencias en apariencia tan distantes como el beirismo y la UPG se aproximen. Comparten esa idea de que la decepción electoral vino por querer buscar caladeros de altura, en vez de conformarse con los de bajura. En el fondo, abogan por un nacionalismo resignado a cultivar su cativo minifundismo.
Culpar al cliente, pensar que la Galicia moderada sólo se aprovechó del nacionalismo para después irse con otro es la explicación más fácil. Claro que esa sociedad también puede sacar la conclusión de que las llamadas, los puentes, las sonrisas y los bailes sólo eran cosa de Quintana; que, emboscados en la organización, estaban los que creen que un partido pertenece a los fundadores y no al país.
6 comentarios:
Ou seña, Carliños, que a culpa da baixada electoral do BNG non a ten o quintanismo (que gobernou), senón os "vellos" Beiras e Vázquez!
Grande analista!
Non te rías, MS, que me dá o corpo que o analista desta non anda lonxe da verdade.
Algo de razón ten, desde logo.
Non sei que razón pode ter cando o BNG non está hoxe no goberno pola desafección dos seus votantes de esquerda.
Quintanismo.
En efecto, Carlos Luis Rodríguez leva bastante razón; non toda, paréceme, pero bastante. Ora que, a esta altura, no proceso asembleario eu son xa lector e espectador interesadísimo.
...a nós, aos do BNG, non se nos perdonará nunca abandonar o rigor político-moral de que a fin non xustifica os medios. Nós temos que competir en Montmeló enriba dunha bicicleta para non danar o medio ambiente..
Brillantísima metáfora de Carlos Amoedo en http://renovarobng.blogaliza.org/. Case alegoría.
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