Utopía romántica
¿Hasta qué punto nuestros momentos románticos están determinados por la representación del amor en el cine y en la televisión? ¿En qué medida un paseo bajo la luz de la luna es un momento de romance perfecto o simplemente una simulación de lo ideal visto una y otra vez en las pantallas? De hecho, para algunas personas el amor romántico es el último refugio para la autenticidad en una época cada vez más tecnocrática. Para otras, ese tipo de amor representa una ideología que esclaviza a la mujer, un síntoma de la muerte de la esfera pública o un modo de evadirse de la responsabilidad social. En esta obra Eva Illouz no pretende ser una voz más entre las que exaltan las virtudes del amor o lamentan sus deficiencias. Por el contrario, su objetivo es esclarecer los términos del debate analizando cómo se conecta el amor con la cultura del capitalismo tardío y sus relaciones de clase.El capitalismo avanzado -afirma- es una entidad de dos caras: por un lado, fomenta la incorporación de todos los grupos sociales al mercado, y crea así un espacio simbólico común muy poderoso, unificado por las esferas del consumo y de los medios masivos, y, por otro lado, fragmenta a las clases sociales en grupos cada vez más reducidos, segmentados por su estilo de vida o sus modos de consumo. Eva Illouz plantea que las definiciones del amor romántico se entrelazan con esa dualidad: el amor romántico se ha convertido en un elemento íntimo e indispensable del ideal democrático de la opulencia, pero también "ha patrocinado los mecanismos de dominación económica y simbólica que funcionan en la estructura social". Analizando las imágenes que definen nuestras ideas de amor y de romance, Illouz estudia cómo las concepciones del amor se solapan con el mun do de los clichés y con las imágenes de lo que ella denomina la "utopía romántica", utopía que vive en el imaginario colectivo y se basa en las representaciones que unen las actividades económicas y amorosas en rituales de amor y matrimonio.
¿Hasta qué punto nuestros momentos románticos están determinados por la representación del amor en el cine y en la televisión? ¿En qué medida un paseo bajo la luz de la luna es un momento de romance perfecto o simplemente una simulación de lo ideal visto una y otra vez en las pantallas? De hecho, para algunas personas el amor romántico es el último refugio para la autenticidad en una época cada vez más tecnocrática. Para otras, ese tipo de amor representa una ideología que esclaviza a la mujer, un síntoma de la muerte de la esfera pública o un modo de evadirse de la responsabilidad social. En esta obra Eva Illouz no pretende ser una voz más entre las que exaltan las virtudes del amor o lamentan sus deficiencias. Por el contrario, su objetivo es esclarecer los términos del debate analizando cómo se conecta el amor con la cultura del capitalismo tardío y sus relaciones de clase.El capitalismo avanzado -afirma- es una entidad de dos caras: por un lado, fomenta la incorporación de todos los grupos sociales al mercado, y crea así un espacio simbólico común muy poderoso, unificado por las esferas del consumo y de los medios masivos, y, por otro lado, fragmenta a las clases sociales en grupos cada vez más reducidos, segmentados por su estilo de vida o sus modos de consumo. Eva Illouz plantea que las definiciones del amor romántico se entrelazan con esa dualidad: el amor romántico se ha convertido en un elemento íntimo e indispensable del ideal democrático de la opulencia, pero también "ha patrocinado los mecanismos de dominación económica y simbólica que funcionan en la estructura social". Analizando las imágenes que definen nuestras ideas de amor y de romance, Illouz estudia cómo las concepciones del amor se solapan con el mun do de los clichés y con las imágenes de lo que ella denomina la "utopía romántica", utopía que vive en el imaginario colectivo y se basa en las representaciones que unen las actividades económicas y amorosas en rituales de amor y matrimonio.
Eva Illouz El consumo de la utopía romántica. El amor y las contradicciones culturales del capitalismo, Buenos Aires, Katz, 2009.
18 comentarios:
Quen dixo que un paseo baixo o luar (en Luar tamén) é un momento de romance perfecto? Por qué non se pode estar quedos nun sitio?
Plas, plas.
Sigamos desfacendo tópicos:
Tamén pode haber romanticismo durante e despois de foder, e non só debaixo dunhas velas, rodeados de flores, e esperando que nos traian a lagosta Thermidor.
Se romántica é a música de Julio Iglesias, pois está todo dito.
Un bocata de chourizo compartido debaixo dun eucalipto tamén pode despertar o romanticismo nunha parella.
Escoitar en parella unha musicassette de El Fary na penumbra dun Seat Supermirafioiri, e co fondo do bruar das olas na praia de Caranza, tamén pode despertar en nós recordos inesquecíbeis.
Joder, o do chourizo emocionoume. O spleen de Jabugo.
Unha viaxe romántica que recomendo para parellas que queiran durmir xuntas mais conservando a virxinidade: desde Santiago de Compostela até San Fernando (Cádiz) en autobús. Total: unhas 18 horas.
Que de momentos románticos, na penumbra, cando o autocar surca as planícies charras, e os dous amantes se remexen no asiento incómodos tratando de desimular un incipiente peido froito da rápida deglución dun bisté empanado preparado a mañá pola mamá da prometida.
Xa o dicía Quevedo: mentres dous non peideen xuntos na cama, non se pode falar de amancebamento. Oi que si, Arume?
Dezaoito horas xa me parecen poucas. Pero o peido non é froito do bisté empanado: é do pimentiño que sempre leva por riba.
Sobre a autoría quevediá, non lle podo dicir. Todo o referido ás gracias e desgracias do ollo do cú e Quevedo tende ao apócrifo.
Declaremos, pois, o pimentiño, as fabas e os alloporros como alimentos anti-románticos.
Les fabes nin tocales: un respetu.
Una comía de compangu completu, en un merenderu, nesti tiempu del añu, polos praos de Bernueces. I nun sigo. Póngome malu.
Como era aquilo: "Con fabes y sidrina..." (non m'acordo do resto)
Xa está: "nun fai falta gasolina" (grazas a St. Google of the Lost Causes)
Agora que falan de peidos, lémbrome dunha anécdota de fai anos.
Iba eu con unha noiva que tiña en Vigo, paseando cerca de Povisa, e entramos nun restaurante para pedir de cear. O dono dirixíuse a nós con moitos acenos, e díxonos, rindo, "Saian vostedes agora mesmo do meu bar". Eu quedéime extrañado mirando cara él, e enseguida aclaróu: "É que teñen toda a pinta vostedes de seren recén casados, e non quero derramar o seu matrimonio xa desde esta noite: Hoxe hai fabas...".
Agora que falan de peidos, lémbrome dunha anécdota de fai anos.
Iba eu con unha noiva que tiña en Vigo, paseando cerca de Povisa, e entramos nun restaurante para pedir de cear. O dono dirixíuse a nós con moitos acenos, e díxonos, rindo, "Saian vostedes agora mesmo do meu bar". Eu quedéime extrañado mirando cara él, e enseguida aclaróu: "É que teñen toda a pinta vostedes de seren recén casados, e non quero derramar o seu matrimonio xa desde esta noite: Hoxe hai fabas...".
¿Cómo saber cal de dous peidos é o máis grande?
Botándoo porriba de un pote cheo de farelos. O que bote máis farelos fora, é o máis grande.
Creo que os protagonistas desta anécdota "sociolingüística" foron os finados Daniel García Ramos, maxistrado, e Uxío Novoneyra, poeta.
Cando se coñeceron Uxío, retranqueiro, espetoulle: "No sé cómo no le da vergüenza haber nacido en Toledo, que rima con pedo". O xurista respondéulle: "Máis vergoña lle tiña que dar a vostede escribir Os Eidos, que rima con peidos".
(Lamento non poder citar a fonte: non a lembro)
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