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6 may 2008



FÍO MUSICAL (6). LA PIEDRA IMÁN. Música, por CARLOS MARZAL (El Mundo, Campus, 30.4.08)

A dónde nos conduce la música cuando la escuchamos? ¿Dónde nos hace estar? Estar, sí: porque la música, más que transportar, más que representar un trayecto, significa un estado, un lugar en el que hallarse, aunque sea de forma sucesiva, con el discurrir de la misma música. Un encadenamiento de tierras de acogida. Con la música nos encontramos en alguna parte, que es parte alguna: el lugar de la música. Es un territorio paradójico: no es ningún lugar concreto, y, sin embargo, es un concreto lugar. No podemos asignarle nombre, no sabemos asignárselo. Y, además, no hace falta. Conviene que quede innominado, entre nieblas, con su nimbo de misterio. Ese país de la música se halla en nuestra interioridad y fuera de nosotros, que hemos sido depuestos de nuestro yo, sin dejar de ser nosotros mismos. (...)

Nota: seguen sen chegar os Fíos Musicais de moitos dos contertulios: Arume, Apicultor, Leituga, X.M. Gzez., Jim Morrison, Monxardín, J. Medela, etc. etc. Xa saben que o blog segue aberto ás súas propostas. (Imaxe: Concerto campestre, de Giorgione)

31 mar 2008


GLOSA A UN ARTIGO
Imaxe de Grandville.

Carlos Marzal (Valencia, 1961) é un relevante escritor da poesía da experiencia nas letras españolas. Autor de libros como “Los países nocturnos” (1996), “Metales pesados” (2001), “Fuera de mí” (2004) ou da novela “Los reinos de la casualidad” (2005), recibiu os premios de poesía Antonio Machado, Fundación Loewe, Nacional de Poesía e da Crítica. Pero non falarei agora da súa excelsa obra poética, senón dun seu artigo sobre a educación, titulado “Atajos” e publicado o pasado mércores no xornal “El Mundo”. Empeza definindo cal é a función dun mestre. En poucas palabras ofrece unha interpretación ben axeitada, ó meu ver: “Un maestro, en cualquier ámbito por el que nos preguntemos, es, sobre todo, un depositario de lo mejor. Lo que convierte a los maestros en verdaderamente útiles radica en el hecho de que representan -deben representar- una síntesis de la sabiduría que se ha alcanzado en la disciplina que conocen. Su obligación es orientar, dirigir, aconsejar, para evitarnos perder el tiempo, para evitar que nos perdamos en el tiempo, para que no nos extraviemos en el bosque de la información, para que sepamos distinguir los árboles tutelares en ese bosque. Un maestro es quien nos ayuda a distinguir entre los datos y el saber, entre lo adjetivo y lo sustantivo, entre lo ornamental y lo fundacional. Un maestro es un atajo.”
A liña recta. E a primeira obriga dun verdadeiro mestre, engade logo, é ensinarnos que os atallos non existen. Que o único atallo auténtico é a liña recta, “el que no se entretiene en las vueltas y revueltas del camino. El que sabe jerarquizar, conceder importancia a las cosas, rebajar el valor de los asuntos que no merecen tener valor”. O auténtico mestre non é só, pois, o que sabe salvagardar a memoria da excelencia do pasado, senón o que ten capacidade para discernir, cun certo aquel visionario, “qué formará parte inmediata de lo mejor, de entre todo aquello que se está haciendo en el presente”.
Saber buscar. Un mestre é tamén o que sabe buscar, o que sabe onde se gardan as ferramentas útiles para chegar ó coñecemento. O que sabe o que é necesario e o que é superfluo. E hoxe o mundo do ensino é tamén territorio apropiado para a demagoxia: algúns pensan que todo se arranxa con poñer ós alumnos diante dun ordenador con conexión a Internet. E remato cunha última cita de Carlos Marzal, que desmitifica e pon no seu lugar a mitoloxía das novas tecnoloxías: “La selva de internet y sus infinitas derivaciones significan un artilugio de extremo provecho, pero también el lugar indicado para perderse. Para perderse en tonterías. Para perderse en simples datos. Para perderse en la frivolidad de la información que sólo es eso: información. Información sin jerarquizar, sin cribar, sin cernir. Para perderse en el falso atajo, el que no existe. Para confundir la facilidad con la línea recta, con el camino idóneo. Internet, en ese sentido, es todo lo contrario de lo que representa un maestro. Todo lo contrario de un buen libro, que es el producto acrisolado del magisterio real. Ellos son, por el camino más largo, el atajo verdadero.”