31 mar 2008


GLOSA A UN ARTIGO
Imaxe de Grandville.

Carlos Marzal (Valencia, 1961) é un relevante escritor da poesía da experiencia nas letras españolas. Autor de libros como “Los países nocturnos” (1996), “Metales pesados” (2001), “Fuera de mí” (2004) ou da novela “Los reinos de la casualidad” (2005), recibiu os premios de poesía Antonio Machado, Fundación Loewe, Nacional de Poesía e da Crítica. Pero non falarei agora da súa excelsa obra poética, senón dun seu artigo sobre a educación, titulado “Atajos” e publicado o pasado mércores no xornal “El Mundo”. Empeza definindo cal é a función dun mestre. En poucas palabras ofrece unha interpretación ben axeitada, ó meu ver: “Un maestro, en cualquier ámbito por el que nos preguntemos, es, sobre todo, un depositario de lo mejor. Lo que convierte a los maestros en verdaderamente útiles radica en el hecho de que representan -deben representar- una síntesis de la sabiduría que se ha alcanzado en la disciplina que conocen. Su obligación es orientar, dirigir, aconsejar, para evitarnos perder el tiempo, para evitar que nos perdamos en el tiempo, para que no nos extraviemos en el bosque de la información, para que sepamos distinguir los árboles tutelares en ese bosque. Un maestro es quien nos ayuda a distinguir entre los datos y el saber, entre lo adjetivo y lo sustantivo, entre lo ornamental y lo fundacional. Un maestro es un atajo.”
A liña recta. E a primeira obriga dun verdadeiro mestre, engade logo, é ensinarnos que os atallos non existen. Que o único atallo auténtico é a liña recta, “el que no se entretiene en las vueltas y revueltas del camino. El que sabe jerarquizar, conceder importancia a las cosas, rebajar el valor de los asuntos que no merecen tener valor”. O auténtico mestre non é só, pois, o que sabe salvagardar a memoria da excelencia do pasado, senón o que ten capacidade para discernir, cun certo aquel visionario, “qué formará parte inmediata de lo mejor, de entre todo aquello que se está haciendo en el presente”.
Saber buscar. Un mestre é tamén o que sabe buscar, o que sabe onde se gardan as ferramentas útiles para chegar ó coñecemento. O que sabe o que é necesario e o que é superfluo. E hoxe o mundo do ensino é tamén territorio apropiado para a demagoxia: algúns pensan que todo se arranxa con poñer ós alumnos diante dun ordenador con conexión a Internet. E remato cunha última cita de Carlos Marzal, que desmitifica e pon no seu lugar a mitoloxía das novas tecnoloxías: “La selva de internet y sus infinitas derivaciones significan un artilugio de extremo provecho, pero también el lugar indicado para perderse. Para perderse en tonterías. Para perderse en simples datos. Para perderse en la frivolidad de la información que sólo es eso: información. Información sin jerarquizar, sin cribar, sin cernir. Para perderse en el falso atajo, el que no existe. Para confundir la facilidad con la línea recta, con el camino idóneo. Internet, en ese sentido, es todo lo contrario de lo que representa un maestro. Todo lo contrario de un buen libro, que es el producto acrisolado del magisterio real. Ellos son, por el camino más largo, el atajo verdadero.”

6 comentarios:

Marcos Valcárcel López dijo...

VELAÍ O ARTIGO COMPLETO:
LA PIEDRA IMÁN
Atajos

Por CARLOS MARZAL

Un maestro, en cualquier ámbito por el que nos preguntemos, es, sobre todo, un depositario de lo mejor. Lo que convierte a los maestros en verdaderamente útiles radica en el hecho de que representan -deben representar- una síntesis de la sabiduría que se ha alcanzado en la disciplina que conocen. Su obligación es orientar, dirigir, aconsejar, para evitarnos perder el tiempo, para evitar que nos perdamos en el tiempo, para que no nos extraviemos en el bosque de la información, para que sepamos distinguir los árboles tutelares en ese bosque. Un maestro es quien nos ayuda a distinguir entre los datos y el saber, entre lo adjetivo y lo sustantivo, entre lo ornamental y lo fundacional. Un maestro es un atajo.

Un maestro se muestra tan conocedor de los atajos que es el primero en enseñarnos que los atajos no existen. Digamos que es el primero en mostrarnos que el único atajo auténtico es el de la línea recta, el que no se entretiene en las vueltas y revueltas del camino. El que sabe jerarquizar, conceder importancia a las cosas, rebajar el valor de los asuntos que no merecen tener valor.

Todo el mundo sabe otorgar importancia a aquellos fenómenos a los que la tradición ya ha convertido en importantes. Lo difícil -lo que convierte a un maestro en alguien digno de llamarse así- no es sólo estar al tanto de lo mejor que se ha hecho, sino percibir qué formará parte inmediata de lo mejor, de entre todo aquello que se está haciendo en el presente. En cierta medida, un maestro debe poseer dotes adivinatorias, un olfato especial, una capacidad de discernimiento con una brizna de poder visionario. Es siempre aquel al que no se la dan con queso, aquel que ha visto morir demasiadas modas, aquel que está de vuelta de casi todas las frivolidades.

Alguien me dio una vez un consejo, cuyo sentido es de naturaleza literal y simbólica. Sirve para aplicarlo a la realidad inmediata y al universo de lo impalpable. Se puede utilizar como herramienta para la vida de todos los días y para los asuntos de carácter intemporal. Si quieres encontrar algo, déjalo siempre en el mismo lugar. O dicho de otra forma: lo más importante hay que ir a buscarlo al lugar en donde siempre ha estado. El que sabe dónde está ese lugar, el que ha dejado al alcance de su mano lo que estaremos en necesidad de encontrar pronto, es el maestro. La selva de internet y sus infinitas derivaciones significan un artilugio de extremo provecho, pero también el lugar indicado para perderse. Para perderse en tonterías. Para perderse en simples datos. Para perderse en la frivolidad de la información que sólo es eso: información. Información sin jerarquizar, sin cribar, sin cernir. Para perderse en el falso atajo, el que no existe. Para confundir la facilidad con la línea recta, con el camino idóneo.

Internet, en ese sentido, es todo lo contrario de lo que representa un maestro. Todo lo contrario de un buen libro, que es el producto acrisolado del magisterio real. Ellos son, por el camino más largo, el atajo verdadero, la línea recta única.

Anónimo dijo...

Está ben. Pero o verdadeiro maestro, que coñece o camiño porque xa se perdéu él polos atallos noutro tempo, seguramente, non debe tutelar ao 100% ao discípulo. Deberá deixar que se perda tamén un pouco, que se faga forte loitando contra o caos. Contra un caos calculadamente proporcional ás súas forzas. Que gane as suas propias batallas. Darlle o libro, a obra maestra, pero deixar tamén que él escriba o seu propio libro. Que se faga tamén él maestro, de sí mesmo e de outros.

Anónimo dijo...

Ese "ólfato", é o que os expertos chaman intuición. Téñena os mestres axedrecistas, que non se perden no análisis de millós de combinaciós inúties, como fan os programas informáticos, senón que analizan dúas ou tres posibilidades escollidas mediante un "sexto sentido". Ese sexto sentido que nos fai vislumbrar unha regularidade universal a partires dunhos poucos exemplos, e que a xente intelixente aplica tamén aos erros: non fai falta equivocarse moitas veces pra "olfatear" de lonxe miles de camiños erróneos no futuro.

Anónimo dijo...

A min esta mística do mestre (sempre acabo por ver ao cego de Kung-fu: síntoo) paréceme un pouco trasnoitada. Así de primeiras. Pero se por riba toca contrastalo con Internet (que manía) o que xa parecía apocalíptico remata por reafirmarse dentro da literatura de catástrofes.

Anónimo dijo...

Cando chegou o lume, a pataca, o millo, o monte comunal, a luz eléctrica, o coche de línea, a TV, a radio, o vivir xuntos publicamente, o matrimonio entre persoas do mesmo sexo e o karaoke, sempre hoube comentarios apocalípticos.

O alcalde de Lobeira dixo nun pleno textualmente que "El non sabía moi ben o qué era, mais iso da Internet parecíalle unha cousa malísima que por el nunca a ía haber no pueblo".

Saúdos, Arume, como sempre, Vde. bota luz sobre os asuntos.
Grazas.

Anónimo dijo...

Para min o máis rechamante do texto que comentamos é como, cunha linguaxe poética, é capaz de expresaar e dicir un concepto que hoxe utilizamos en pedagoxía: o mestre como "mediador" das aprendizaxes do alumno/a. Eis o noso novo papel, moi lonxe do tradicional mestre "transmisor" de coñecementos.
Xabimusic.